viernes, 9 de julio de 2010
La culpa la tiene el mar
Marta tiene una teoría. Ya sé que todos tenemos una pero las de Marta son como las botella adornadas de cristales de Swarovski: exclusivas. Desde hace años, mi amiga considera que si uno busca la estabilidad sentimental es preciso ubicar a los dos miembros de la pareja en un lugar alejado de la costa. Según ella, la presencia del mar, de la costa, erotiza. Y esa sobredosis de sensualidad acaba normalmente en infidelidad, lo que a su vez conlleva una ruptura adjunta. Me he reído mucho de esa teoría hasta que Marta apareció con una estadística en la mano: Balears era la cuarta comunidad con más rupturas matrimoniales. Junto a ella, Canarias, Cataluña, Asturias y Valencia. “¡Todas con mar!”, sentenció, como el detective que descubre la clave de su investigación. El mismo artículo aseguraba que en el lado opuesto se encontraban Extremadura, Castilla León, Castilla La Mancha, Navarra y Aragón. “¡Sin mar!”, subrayó. “Esa teoría tiene menos estabilidad que Raquel Mosquera”, ataqué. “La playa excita. Es el entorno natural de los cuerpos sin ropa, el agua sobre la piel, el aire, el sol,…eso es una contraindicación para la fidelidad. En los sitios con playa es más fácil ser infiel. Te lo digo yo, que estoy pensando en buscarme un adosado en Las Hurdes”. Y de repente se puso a hablarme de una profesora de la Universidad de Toronto, una tal Meredith Chivers, que había realizado un estudio que demostraba que a las mujeres les excitaban más las acciones sexuales que el sexo de los actores. O sea, que ver a un tío desnudo en la playa les provoca la misma excitación que un potaje de garbanzos. “A eso le llamo yo ser contradictoria y no a lo de Zapatero con la crisis”, apunté. Marta me miró de arriba abajo y soltó: “El informe habla de nosotras, que sí podemos habitar en un entorno costero. El problema, como siempre, sois vosotros, que tenéis el instinto más primitivo. Funcionáis bajo la fórmula tetas+posibilidad= cuernos”. Yo le pregunté que si la teoría de la profesora Chivers, que me suena a whisky, hablaba de que a ellas les excitaba más la acción que el sexo de los autores, en definitiva abría el abanico de la bisexualidad. “Si quieres pareja para toda la vida hay que alejarse del mar, excepto si eres lesbiana, que en ese caso es muy recomendable. Yo, si no encuentro adosado en Las Hurdes, me hago bollo”. Y se quedó tan pancha.
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