Hay personas a las que les parece aberrante que dos mujeres, o dos hombres, puedan adoptar. Les resulta contranatura ya que, según su teoría, un niño necesita el referente moral y ético de un padre y de una madre, como si la moral y la ética fuera una cuestión de sexos. Como un sostén o un slip con abertura. Y cuando se les cuestionan sus argumentos, que normalmente datan de una corriente de pensamiento anclada en el principio de los tiempos –cuando los individuos pensaban que el sol era un dios y los truenos, el enfado de ese mismo dios-, lo único que alcanzan a expresar es el incuestionable derecho del niño a crecer en un ‘óptimo ambiente familiar’.
Hace unos años yo podría haberme enzarzado en una eterna discusión para intentar explicar, a quien no quiere entender, lo subjetivo del concepto ‘óptimo’ y lo lejos que está, en cualquier caso, de la simplista visión de roles masculinos y femeninos, ya que si nos ponemos a examinar el ‘ambiente familiar’ de los últimos niños maltratados, víctimas de abusos e incluso drogados, veremos que todos formaban parte de un hogar compuesto por padre y madre. Ya sé que esa perversión de la maternidad no es la norma pero, del mismo modo, no puede presentarse la familia elemental como un modelo intachable para oponerse a la homoparental. Pero ahora ya no discuto. Ahora les pregunto: “¿Tú reformarías la Constitución?” Y como siempre me contestan que no, que la Constitución está perfectamente, que debemos estar orgullosos de ella y de lo bien que ha crecido, yo voy y les digo: ¿Pues sabías que esa Carta Magna sólo ha tenido padres? Y no una pareja sino siete. Siete padres de la Constitución. “Creo que le falta el referente femenino. Por eso estoy a favor de la reforma”, añado. “Tanto hablar de los Padres de la Constitución…¿y las madres? ¿Dónde están las madres?” Ellos me miran con extrañeza, girando alrededor de su verdad absoluta y empleando un ligero aire de condescendencia que transparenta, entre otras muchas cosas, su ausencia de sentido del humor. Y yo solo pienso en la cantidad de mentalidades que habría que reformar antes que la Constitución.
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